La España islamista y cristiana: perspectivas diferentes de modos de producción.
Por Luz Marina Delgado Hernández
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
(Historia Medieval)
INTRODUCCIÓN
Este trabajo está enfocado más que como búsqueda de información de un periodo determinado o una forma limitada creada por el imperio bizantino o el islamismo, a una especie de reseña del libro “del islam al cristianismo: en las fronteras de dos formaciones económico-sociales, escrito por Reyna Pastor de Togneri, en el cual, en forma de ensayo, se basan las investigaciones de la autora sobre la ocupación islámica en la península ibérica y su derrocación frente a los castellanos en 1492.
El trabajo ha sido complementado con lecturas de temas similares al respecto que expongo al final del trabajo, pese a que todo el peso de la información recae sobre la obra de la escritora argentina. A título personal, el trabajo me ha dejado una muy buena impresión, y no es otra que, la historia del territorio español aun no ha sido del todo desgranada, por tanto, presume tener ciertas ventanas abiertas a la interpretación y el estudio.
Reyna Pastor de Togneri nace en (Buenos Aires, 1931) Historiadora argentina. Discípula de Sánchez Albornoz, ha sido profesora en las universidades de Buenos Aires y de Rosario, y desde 1976 en la de Madrid. Medievalista, es autora de Poblamiento, frontera y estructura agraria en Castilla la Nueva (1085-1231) [1968], Conflictos sociales y estancamiento económico en la España medieval (1973), Del islam al cristianismo (1975), Algunos aspectos de las estructuras familiares en la época de la expansión castellanoleonesa (1984).
Este libro es la segunda edición publicada en 1985 por ediciones península, de la obra Del Islam al Cristianismo: en las fronteras de dos formaciones económico-sociales, para historia, ciencia y sociedad, número 124.
RESUMEN
En forma de ensayo, simplificaré la extensa formación de los reinos en la península ibérica durante el apogeo del islam, cómo el feudalismo intenta implantarse, tímidamente en la España del siglo X ,cómo se forman los islámicos socialmente, económicamente y políticamente en tierras peninsulares.
RÉSUMÉ
En forme d'essai, permettrai de simplifier la formation approfondie des royaumes de la péninsule Ibérique au cours de la hauteur de l'Islam, comment le féodalisme Essais en oeuvre timidement en Espagne au Xe siècle, la façon dont les islamistes sont socialement, économiquement et politiquement dans le territories péninsulaires.
Palabras claves:
Islam, cristianismo, musulmán, mozárabe, almohades, almorávides, conquista, Reconquista.
Mots clés:
L'islam, le christianisme, musulmane, arabe, Almohades, Almoravides, la conquête, reconquête.
El libro comienza con distintas hipótesis de autores que se preguntan y se intentan responder sobre el tema de “lo español”, “la pureza de sangre”, ese tema que algunos sostienen que es algo intrínseco en todos los españoles modernos, que tiene su origen en la Hispania musulmana. Unos afirman que ya estaba antes, otros que ese sentimiento se despierta después, y algún otro como Albornoz, cree que está en sus genes primitivos, anterior a la arabización.
“… En España, excepción hecha de Cataluña, no existió un verdadero feudalismo, sino formas atípica, débiles, tardías, en relación al feudalismo verdadero, típico, perfecto: el desarrollado del Loira al norte y a lo largo del Rin”.
Con este comentario comienzo a desgranar el estudio de Reyna Pastor, y exponerlo en forma de capítulos o títulos. Empezando por exponer que algunos autores afirmaban que España acepta el feudalismo pero parcialmente, (afortunadamente se ha demostrado con estudios, realizados por grandes profesionales, que no fue así). Tuvo un proceder diferente en el territorio español, pero finalmente se impone como modo teniendo siempre en cuenta sus condicionantes, hasta el siglo XIII España mantenía limitado el modo de producción feudal debido a su convivencia con el islam. Fue en la ciudad de Toledo, donde se produjo por primera vez el choque de las formaciones económico-sociales, fue Toledo la primera gran ciudad musulmana reconquistada por los cristianos-románicos, donde los conquistadores llevan a cabo intentos de convivencia, de acercamiento, donde chocan las lenguas, las religiones y las ambiciones de ambos bandos; duró un siglo y cuarto.
C. Sánchez Albornoz afirma que los hispánicos tienen su forma de ser y actuar intrínsecos desde antes de la arabización del territorio hispánico, pero se discute porque no se sustenta hasta el momento de la finalización de la obra de la autora. Sin embargo, para A. Castro, la invasión sarracena produjo la división de España en un sistema de tres castas de creyentes: la musulmana, la judía y la cristiana. El Islam español actuó como casta religiosa, ello provocó una actitud similar en las aljamas hebreas y la creencia cristiana.
Cuando recuperan los cristianos el territorio se convierte en una dimensión política-imperial. Para ambos autores, la arabización de España es ajena a la formación de lo español. La guerra fue territorial con alegación religiosa –consta la autora-.
F. Simont dice que los árabes no introdujeron la civilización en España y que el gran esplendor de Al-Andalus durante siglos se debió principalmente a las dotes privilegiadas de la raza indígena, o sea, el hispano-romano.
Para Ortega y Gasset, en su España invertebrada, ni los árabes constituyen un ingrediente esencial, ni su dominación explica la debilidad del feudalismo español. Los visigodos fue un pueblo vitalmente pobre y debilitado por sus contactos con romanos decaídos.
A la península ibérica llegaron tirsenos, íberos, logures, ilirios, celtas, griegos, fenicios, cartagneses… según Sanchez Albornoz, entre los rasgos que caracterizan secularmente a los hispanos, destaca el ímpetu, la resistencia, la sobriedad, su falta de crueldad, su inclinación a dejarse arrastrar más por la fe en un hombre que por la atracción de una idea, su disposición a llegar hasta el sacrificio de la vida por ímpetus místicos y pasionales.
El clero mozárabe mantenía el uso y el estudio del latín al por qué sus relaciones con la Sede apostólica, pero al lado de él se cultivaba el árabe. La práctica del árabe por parte de los mozárabe comienza ya en la segunda mitad del siglo VIII; pruebas son el tratado de Sperindeo, y el hecho de que san Eulogio, muerto en 859, fuera llamado Doctus lingua arabica. Arabica literatura erundiendus.
La separación de la España musulmana del califato abasida no quebró la unidad cultural del mundo musulmán, a tal punto que los mozárabes españoles estuvieron más conectados con los cristianos orientales, también inmersos en el mundo musulmán, que con los cristianos occidentales. Un ejemplo es la abundante literatura cristiana escrita en árabe circulante y la prolongación de herejías nestorianas como la de Elipando de Toledo. Fines del siglo VIII.
Que la población culta mozárabe estudiaba árabe seria y sistemáticamente lo demuestra el llamado glosario de Leida, completísimo vocabulario latino-árabe, posiblemente del siglo X.
LA ESPAÑA MUSULMANA: ESTRUCTURA Y CRISIS
Cuando la corrupción entró en Al-Andalus, Córdoba estaba tan floreciente que hubiera hecho olvidar a Bagdad en los tiempos de Harum-al-Rasid. Su reino era poderoso, su autoridad fuerte, firme su condición. Alcanzó su apogeo en la época de Abderramán III y Albakan II, y así siguió hasta la muerte de Almanzor, pero luego su gloria desvaneció. Dios envió a Mohamed Aben Hisen a fin de que por su intermedio fuera extirpada la raza de los Omeyas y se acabara su prosperidad, porque Dios –gloria a él- quiso destruirles, así como aniquiló a Tans y a Yadis: ¿Has oído a alguien hablar de ellos, o mencionarlos siquiera?
ABEN IDARÍ, AL BAYAN AL MUGRIB (compilador del s. XIV)
LA ESTRUCTURA
Hablan de 7 millones de habitantes para la España musulmana del siglo X. Ciudades fundadas durante la dominación islámica: Murcia, Badajoz, Talamanca, Úbeda, Pechina, Almería, Alcacer do sal, la ciudad de Orán en el norte de África y no mucho más. Ciudades hispano-godas que crecieron económicamente bajo el impulso del Islam: Sevilla, Granada, Toledo, Valencia y Córdoba. Esta última contaba con unos 250 mil habitantes aproximadamente, superando a casi todas las ciudades europeas en demografía.
Córdoba y Bagdad competían en importancia y relevancia comercial, “El camino de Oro por España con el Magreb, pág. 45, desde el califato cordobés fue predominante en Al-Andalus y despliegue urbano. Abd-ar-Rahmán III reinició la acuñación de monedas de plata. Esto representa una forma de centralización económico-política importante y muy poco destacada hasta ahora.
Pese a su número y su fuerza los mercaderes no constituyeron una verdadera burguesía como la de occidente medieval ni tampoco estuvieron en esta, subordinados a la nobleza feudal. Por el contrario, los mercaderes musulmanes se hallaban muy ligados al poder del soberano y formaban por lo tanto una especie de aristocracia mercantil sui generis, no reconocida oficialmente como tal.
En contraposición con las sociedades gremiales de la edad feuda en Europa, en España los artesanos del mundo musulmán se trasladaban de un lugar a otro llevando consigo los secretos de su arte; esta transferencia de industrias ampliamente probada, desde España hasta el Irán, era posible no solo por la libertad de movimientos de que gozaba en el Islam, sino también por la ausencia de verdaderas corporaciones gremiales rígidamente organizadas. Tampoco hubo reglas estrictas ni períodos fijos para el ingreso y desarrollo del aprendizaje, lo que posibilitó, con cierta frecuencia, el ascenso de aprendices y jornaleros a la categoría de artesanos patrones.
El régimen de explotación de la tierra variaba según las regiones naturales. Las tierras de montaña, tierras de pastoreo predominantemente, fueron ocupadas por los bereberes, quienes practicaron la ganadería y el pastoreo. También a los cristianos que vivían en tierras altas se les permitió seguir ocupándolas a cambio de entregar parte de sus bienes y pagar un impuesto de capitación llamado Chizya. Durante la época de la dominación musulmana, en las huertas de la España meridional y levantinas se realizaron importantes trabajos de irrigación de los campos. ¿Se está aquí frente a una de las formas del modo de producción asiático, frente a una sociedad hidráulica? Al parecer Ives Lacoste lo afirma aunque faltan datos básicos para poder hacerlo rotundamente.
Por último, el sistema beneficiario de la entrega de un Iqtá a cambio de un homenaje al soberano acompañado con servicio de guerra, que tuvo difusión en el mundo árabe y en Al-Andalus en particular, ha llevado a compararlo con el sistema feudal. De esta forma, los individuos de esas tropas recibían beneficios, medios de vida, generalmente escasos, con la obligación de acudir a la guerra a la primera convocatoria, pero no prestaban juramentos vasalláticos, desconocidos en el mundo musulmán.
LA CRISIS
A principios del siglo XI se produjo la ruptura de la unidad califal y el desmembramiento y la atomización del territorio de Al-Andalus. Durante el siglo XI, hasta 1090, perduró este estado de división; luego, a lo largo del siglo XII (1092-1212), se sucedieron dos imperios, el almorávide y el almohade. A partir de mediados del siglo XIII, solo quedará el reino de Granada en manos de los musulmanes. En enero de 1492, unos meses antes del descubrimiento de América, los Reyes Católicos tomarán Granada, poniendo así fin a la dominación musulmana en la península.
¿Sus causas?
En principio, existieron ciertos factores permanentes, básicos: una alta densidad relativa de la población en relación al desarrollo técnico y a la demanda de mano de obra. De ello resultaba que ésta era siempre barata, lo que a su vez, no motivaba la necesidad de introducir mejoras técnicas, de ahí que las formas de producción se reproducción sin modificaciones beneficiosas.
Durante el siglo X tuvo lugar, seguramente, un aumento de la población y al mismo tiempo se intensificaron enormemente las exigencias fiscales, sobre todo en impuestos eventuales. Todo esto trajo como consecuencia un desmejoramiento del nivel de vida de la población campesina y de las clases bajas urbanas, siendo más evidente en estas últimas la situación de disconformismo.
La riqueza, concentrada en manos de los califas y de las jerarquías aristocráticas y militares fue empleada de manera improductiva: solo generó demandas temporales de trabajo y no sirvió para la reproducción de bienes, sino que se utilizó en construcciones de palacios, de ciudades palacios, jardines fabulosos, bienes de cultura, etc., cuyo mantenimiento en servicios personales exigía enormes sumas. La gran cantidad de tropas mercenarias aumentó enormemente los gastos del erario. Esta situación se vio agravada en el siglo XI cuando, para entretener a las masas urbanas e impedir sus levantamientos y rebeldías, se hicieron levas con el objeto de realizar campañas militares, generalmente inútiles como las del hijo de Almanzor. A todo esto debe agregársele la escasa o nula predominancia política de la burguesía que, al no poseer instrumentos de poder, no pudo extender el dominio de la ciudad sobre el campo ni actuar como grupo de apoyo del monarca. Sobre la burguesía cayó también, y muy en primer término, el peso de acontecimientos externos. Las oleadas de invasores asiáticos que quebraron la unidad económica del mundo musulmán afectaron profundamente al comercio mediterráneo y, lógicamente, al de Al-Andalus.
El desmantelamiento del mercado externo estuvo acompañado por el colapso del interno, la circulación de bienes se vio interrumpida por las luchas entre los pequeños reinos que surgieron del califato, y la provisión de artículos en los que se especializaban las distintas regiones no pudo tener salida hacia sus antiguos mercados internos y mediterráneos. Por esta razón doble, la economía de Al-andalus, la urbana y la agrícola y minera que proveían de materias primas a las artesanas, se vio seriamente afectada.
Producido el desmembramiento del Califato, los pequeños reinos cristianos del norte, que eventualmente habían sido tributarios de los musulmanes, presionaron militarmente sobre algunas zonas ahora independientes; estas se vieron entonces obligadas a pagarles tributos llamados parias, que consistían principalmente en sumas importantes de monedas entregadas anualmente. Con ello comenzó a producirse una verdadera sangría de oro y plata de cuño musulmán hacia aquellos reinos. Otras razones socio-culturales deben agregarse a lo antedicho. Pese a aparecer como una religión política, el islamismo no consiguió, excepto en vida de Mahoma y de sus sucesores inmediatos, dar verdaderas soluciones políticas.
En la España musulmana se aceptaron también algunas ideas feudales propias de la Europa occidental. Efectivamente, en la relación de dependencia en que entraron algunos soberanos cristianos puede verse más una relación de tipo occidental que una relación de tipo tribal subordinada. Pero lo verdaderamente importante es que el Islam no logró dar respuestas políticas semejantes a las del cristianismo occidental: éste encontró la manera de justificar carismáticamente el poder y la función política de la clase feudal a través de los distintos lazos de vasallaje; en el Islam, en cambio, la actividad política quedó divorciada de la religiosa y los gobernantes terminaron por regirse solo por su propio interés. Todo esto dio lugar a que la clase aristocrática fuera sumamente móvil, característica que se vio agravada por la ausencia del derecho de primogenitura y porque, al dar la ley coránica la igualdad jurídica a todos los miembros del Islam, la aristocracia no encontró medios para privilegiarse y transformarse en nobleza legítima. Esta inestabilidad se acentuó, además, a causa de los cambios de dinastía y las banderías.
Producida la crisis, diversos tipos de dirigentes se hicieron cargo de los gobiernos locales. Estos gobiernos nacieron de una ficción: la de la permanencia del Califato, mantenido artificialmente, ya que los gobernantes comprendieron que el pueblo no aceptaba mentalmente su desaparición. Así las nuevas unidades, tomaron la forma política de “gobernaciones” o gobiernos de taifas, que suele traducirse incorrectamente por “reinos de taifas”, (al parecer la autora anota que esta designación que, a manera de lisonja, las crónicas cristianas solían dar a los Hayib o gobernadores).
TOLEDO MUSULMANA: SITUACIÓN HISTÓRICA
“Los reyes de taifas orientalizan de nuevo el extraño occidente cordobés. Bagdad se refleja en microscópicas Bagdades. Los reyezuelos débiles y fastuosos apenas gobiernan en sus deliciosas ciudades, especie de repúblicas italianas con turbante.”
Cuando en 1085 las tropas de Alfonso VI de León y Castilla tomaron Toledo, una gran ciudad hispano-musulmana quedó incorporada por primera vez al mundo cristiano-románico. Años más tarde, en 1118, caía en manos del rey de Aragón, Alfonso el Batallador, otra importante urbe musulmana: Zaragoza.
Debía transcurrir más de un siglo para que pasaran ala cristiandad las otras grandes ciudades: Córdoba, Sevilla, Valencia, Murcia. Granada permanecerá aun largo tiempo, hasta 1492, en manos del “infiel”. Casi sin luchas y sin destrucciones, la Toledo visigoda había sido tomada por los islamitas en su primera algara de invasión. Prácticamente intacta la consiguió Alfonso VI, luego de un sitio de siete años que devastó la campiña circundante, pero que preservó a la ciudad, finalmente entregada por capitulación. En ella vivían los baladíes (árabes que en general, pertenecían a la clase superior o tabaqat), bereberes, muy numerosos en Toledo, algunos sirios y especialmente muladíes (hispano-godos convertidos al islamismo). Excepción hecha de los tabaqat, el resto de los musulmanes se dividían jurídica y socialmente en clientes o libertos (mawali, antiguos esclavos, por lo común de origen europeo, que se hallaban vinculados a sus amos por una relación de clientela) y libres. Entre éstos, otro grupo privilegiado era el de los alfaquíes o fuqaha, aristocracia intelectual de juristas teólogos malaquíes. Fuera del privilegio quedaban los ricos mercaderes y la plebe urbana, constituían grupos aparte los esclavos o saqaliba, a veces eunucos, cuya condición de vida era mucho mejor que la de los siervos occidentales, y los grupos confesionales, y por ello tributarios especiales: los mozárabes y los judíos.
En Toledo como en Córdoba y Zaragoza, los cristianos vivían mezclados con los moros, a diferencia de otras ciudades donde – como en Valencia- se hallaban agrupados en arrabales situados dentro del recinto urbano o fuera de él. En la ciudad del Tajo la convivencia llegó al extremo de que, en tiempos del Emir MuhamadI, al lado mismo de la mezquita mayor había una iglesia, según lo narra en su Muqtabis Ibn Hayyan de Córdoba. En (L. Torres Balbás, Mozárabías y juderías, Al-Andalus XIX, 1954, p. 178.)
Moros y cristianos vivían pues, avecinados, ya que estos últimos practicaban su culto en las distintas parroquias a las que estaban ligados por razón del derecho familiar y no por el de vecindad domiciliaria.
EL DESARROLLO EN EL CAMPO
En tres materias resaltan por su saber; en el conocimiento de plantas tintóreas, en la selección que hacían del abono animal y sus distintos empleos (el uso del excremento de las palomas era frecuentísimo, los campos toledanos estaban llenos de palomares mantenidos con ese fin), y el empleo de ciertas prácticas agrícolas como la selección de las semillas de trigo, o el modo de sembrar el algodón, comparable al empleado en Sicilia. Las prácticas agrarias musulmanas fueron mucho más importantes que las ganaderas, sin embargo los moros practicaron la ganadería intensiva del ovino, sobre todo en las praderas permanentes del Guadiana. Aun se discute el origen de la transhumancia del ovino en Castilla, por ejemplo; ya que algunos autores afirman que fue anterior a la época musulmana y otros que fue introducida por esos mismos.
Como curiosidad cabe resaltar que las caballadas eran numerosas y se utilizaban especialmente para la guerra, aunque, según ha demostrado Claudio Sánchez Albornoz, los ejércitos del Islam español combatían principalmente a pie.
También destaco en el texto de la autora, que los grandes propietarios o latifundistas entregaban parcelas a sus aparceros, los que en un principio luego de la conquista musulmana fueron los antiguos propietarios o colonos y más tarde sus descendientes islamizados o muladíes. Estas aparcerías se establecían a través de contratos en los que ambas partes eran libres, tanto el propietario como el campesino llamado amir o xáric. Aquellos que entregaban la mitad de la cosecha se denominaban los munasif; los mujammis, por el contrario, solo debían dar al dueño de la tierra el quinto de lo producido.
Este sistema, con relación al régimen visigodo de explotación de la tierra, significo un cambio favorable al campesino; esta fue, seguramente, una de las razones por las que la población hispánica aceptó la dominación islámica y el cambio de religión y de cultura, según afirma la autora.
LA SUPERSTRUCTURA
Después de la caída del Califato y durante los cincuenta años en que los dinnúdidas la gobernaron, la taifa toledana descolló entre las otras por la importancia de su ciudad, cabecera por las riquezas y por la extensión de sus tierras, , sobre todo, por el esplendor de la corte taifal. También en Toledo, se cultivaba la música y la poesía. Los musulmanes ricos solían gastar fortunas en esclavas cantoras y danzarinas que alegraban sus fiestas. En este contexto musical y poético, destacó la figura de Aben Guzmán, un poeta errante que, aunque copiara la lírica de Ibn-Hazm, los toledanos no lograron destacarse de la poesía culta.
MULADÍES Y MOZÁRABES
La arabización de la capital visigoda, Toledo, se hizo muy lentamente. El número de conquistadores que permanecieron en ella fue escaso, la población siguió siendo dominantemente hispano-goda, aunque buena parte aceptó el islamismo, transformándose en renegados, o muladíes; los que continuaron fieles al cristianismo y se avinieron a pagar los tributos correspondientes a su estado, la chizya y el jaracha, constituyeron al parecer el núcleo principal. El grupo de judíos permaneció en la ciudad.
Como la entrega de Toledo, se realizó por capitulación, sus habitantes conservaron sus autoridades, incluso las municipales. Muy pronto la ciudad se convirtió en un foco de rebelión permanente que aspiraba a su independencia aunque esta variara de objetivos y cambiaran los grupos de poder. Al mismo tiempo, la capital gótica fue una de las presas mas codiciadas de los distintos invasores. Hasta fines del S. XIII constituyó, por un lado el principal cuartel de los mozárabes y por otro, la sede de la resistencia de los fihríes contra los oméyades, es decir, el foco de conflicto entre dos clanes árabes.
ALGUNOS ACONTECIMIENTOS EN LA CONQUISTA
Los mudéjares y los mozárabes toledanos, cansados entre otras cosas por la presión de los pesados tributos, pactaron en secreto con el rey cristiano la entrega de la ciudad en 1081. Esta actitud se repetirá otras veces entre los mudéjares: por ejemplo, en Valencia ante el Cid.
Toledo se rindió, finalmente entre el 6 y el 25 de mayo de 1085, dependiendo de las fuentes musulmanas y cristianas respectivamente, por medio de una capitulación. Por ella la población musulmana podía permanecer en sus casas y haciendas; seguirían pagando a sus reyes los mismos tributos que antaño: podían si así lo querían, como también regresar y recuperar sus bienes; conservarían asimismo la Mezquita Mayor. La ciudad se entregó prácticamente intacta, pero la campiña circundante y sus habitantes habían padecido mucho durante los años que duro el sitio, esto se vio agravado porque los musulmanes, que en su mayoría abandonaban su tierra para siempre, antes de marcharse, arrasaron los campos, destruyeron los plantíos y talaron las viñas.
Otras circunstancias político-militares dificultaron aun más la situación. Porque si bien la toma de la ciudad de Toledo por Alfonso VI le abrió las puertas a la conquista cristiana de toda la cuenca del Tajo, esta empresa se vio rápidamente detenida por la irrupción de los almorávides primero en 1086 y de los almohades mas tarde en 1147.
El 23 de octubre de 1086, apenas cumplido el año de la toma de Toledo, los cristianos sufrieron en Zalaca o Sagrajas una importantísima derrota. Desde entonces la estrella de Alfonso VI, rey de las dos religiones, Imperator Toletanus Magnificus Triunphator, según solía titularse, comienza a declinar. La guardia negra de Yusuf, desbarató las tropas de Alfonso VI. El poder de los almorávides en Al-Andalus había comenzado, las taifas llegaban a su fin, el avance de los cristianos estaba detenido, la guerra santa se había restaurado.
La invasión y el triunfo almorávide costaron caro a los reyes de taifas. Yusuf regresó a África, pero dejó tras si un partido que le era favorable: el de alfaquíes, celosos defensores de la ortodoxia islámica. Su prédica fue bien acogida entre los musulmanes de Granada, Sevilla y Badajoz, ya que estos estaban cansados de los innumerables tributos que los reyes les imponían con el objeto de costear el lujo de las cortes y la manutención de los soldados mercenarios. Para 1094, Yusuf era ya el emir del sur de España.
Se había producido la africanización de Al-Andalus y con ella la restauración de la rígida ortodoxia malequí, del fanatismo y la intolerancia religiosa. Es a partir de entonces que mozárabes y judíos del sur de España se ven obligados a abandonar sus hogares hacia la España cristiana. En ocasiones serán ellos los nuevos pobladores de las zonas recién incorporadas a Castilla y León.
Afianzado Yusuf en el sur de España, intentó incorporar la zona levantina a su reciente imperio. Pero Valencia estaba en manos del héroe de la cristiandad, el Cid, que había derrotado en cuarte a Muhammad, sobrino de Yusuf. Solo después de la muerte del héroe, los almorávides lograron conquistar Valencia; Alfonso VI, a quien Ximena, viuda el Cid, llamo en su auxilio, no pudo dar batalla, pues comprendió que sus fuerzas nada tenían que hacer contra las de los enemigos; y la ciudad debió ser abandonada por los cristianos.
Son los años en que se va debilitando y desgajando el poder de los almorávides, que desde los años cuarenta del siglo XII entra en grave crisis en Al-Andalus. Los almorávides habían limitado su gobierno a la instalación de guarniciones militares, a cuyo frente estaban los qa’ídes o alcaldes. Estos no habían tardado en sucumbir ante el encanto de la vida en las ciudades andaluzas, y la rigidez de su doctrina malequí se había aflojado tanto como su impulso bélico.
En el Levante, Muhammad ben Mardanich, el rey lobo, caudillo del partido andalucí, opuesto al bereber, se proclama reyezuelo independiente de Murcia. Él será el principal opositor a los nuevos invasores que ya estaban penetrando en Al-Andalus, los almohades.
Alfonso VI, toma Almería con la ayuda de sus propias huestes, a las que se sumaron aportes franceses, barceloneses, genoveses y pisanos, el puerto fue tomado en octubre de 1147, pero su posesión solo duró diez años. En ese mismo año de 1147, los almohades, llegaron a España, liderados por Ibn Tumart, que se oponía a la rígida interpretación del Corán y de la Zuna practicada por los malequíes. Muy pronto, llevados por la pasión de la guerra santa, los almohades extendieron su imperio por el Magreb. En 1153 se apoderaron de Málaga y luego de Granada.
No me detendré a contar lo ya contado sobre las tomas y las pérdidas de territorio entre bandos, lo que me interesa destacar es cómo sufre la población “civil” con estos conflictos. Saltaré el proceso de guerra y me quedo con el estado de los campos.
REPOBLAMIENTO
La campaña, como era de esperar, quedó muy despoblada, la masa de la población rural musulmana, de cualquier origen y estirpe, huyó hacia el sur, y también debieron hacerlo algunos mozárabes. No podría ser de otra forma, dadas las continuas depredaciones realizadas por las tropas cristianas sitiadoras y por lo incierto que aparecía el futuro ya que la conquista de la taifa de Toledo era la primera conquista cristiana de ciudades y tierras ocupadas por el Islam. Sabido es que, en su invasión a la península, los árabes – que habían llegado hasta los confines de Galicia por un lado y hasta el pie del Pirineo por otro, no lograron ocupar efectivamente todo su territorio. Las zonas norte y la nordeste continuaban en manos de sus antiguos habitantes y de los hispanos-cristianos que emigraron hacia ella ante la entrada de los musulmanes. Es desde ese norte indómito, de Asturias, de la Alta Navarra y el Alto Aragón, que comenzará el proceso de la Reconquista hispano.-cristiana.
Fue necesario que los reyes de Asturias y Galicia, fueran avanzando y repoblando a la vez esas tierras de León y de Castilla la Vieja. Y no fue fácil hacerlo: faltaban gentes, pertrechos, medio de todo tipo. La repoblación se hizo sobre la base de dos sistemas, dirigidos o permitidos siempre por los reyes: el de la llamada “presura”, sistema de libre apropiación de la tierra por campesinos también libres, de la que resultaba una pequeña o mediana propiedad rural, y el de la gran propiedad señorial, eclesiástica o laica, frecuentemente monacal, concedida directamente por el rey y re conocida a posteriori. A lo largo de los dos siglos siguientes, esta última irá avanzando sobre la primera, avance que dará origen a múltiples sistemas de dependencia personal.
Entre tanto, los vascones y aragoneses, irán bajando lentamente del pirineo, mas lentamente que sus hermanos del oeste, porque muy cerca de ellos, en el valle del Ebro, estaban fuertemente afincados los musulmanes y no tenían antes si un desierto que poblar.
En el campo la mozarabía pasó a ser la población más numerosa e importante. Los mozárabes, campesinos, por lo general, vivían imbricados en el seno de la mayoría musulmana, trabajando y pagando los impuestos especiales que les correspondían como minoría confesional. Luego de la reconquista pasaron a ser propietarios libres de sus predios y muchos de ellos, al parecer, compraron o se apoderaron de nuevas tierras, mientras otros fueron despojados de las suyas. La situación se hizo tan confusa que en 1101 el rey ordenó una investigación a cargo de una comisión de mozárabes y castellanos, para luego efectuar el justo reparto de las tierras en litigio. Es decir, que desde el primer momento hubo conflicto entre mozárabes y castellanos por algunas de las tierras abandonadas por los musulmanes.
La política económico-social de Alfonso VI fue en resumen la siguiente: retener al campesinado mozárabe, igualar los derechos de estos con los de los castellanos y los francos y tratar al mismo tiempo de poner nuevamente en valor las tierras abandonadas, en otras palabras, desarrollar el modo de pequeña producción simple.
La iglesia fue fuertemente dotada. Ya en diciembre de 1085 Alfonso VI firma un documento en el que hace cesión a la catedral de Toledo una serie muy importante de alquerías, luego llamadas villas o aldeas, próximas a Toledo, otras en Talavera y en Guadalajara, además le dona viñas, molinos y todas las tiendas que en la ciudad de Toledo habían pertenecido a la Mezquita Mayor, etc. Librando a estas propiedades de todo servicio para con el rey. Por su parte, Alfonso VII y Alfonso VIII acrecentarán esas posesiones.
Las donaciones prestimoniales a vasallos laicos se hacen frecuentes. Cuando las órdenes militares comenzaron a actuar, les fueron cedidas tierras ya conquistadas o por conquistar, en la parte sur de la zona toledana. Estos eran lugares a poblar o muy débilmente poblados, y la mayor parte de los concejos se crearon sobre las mismas condiciones. En cambio los bienes de la iglesia de Toledo estaban ubicados preferentemente en las mas ricas vegas del Tajo, en las mejores tierras de la Sagra, en esas tierras pobladas por los mozárabes.
En el lapso que va de 1170 a 1230 aproximadamente, esos campesinos y pequeños propietarios urbanos, se ven obligados a vender sus propiedades. Este despojamiento de un grupo social que no estaba en guerra es uno de los fenómenos más llamativos de la historia de la España cristiana durante esos siglos, no solo por la importancia socio-económica, sino también por su significado revelador de peculiares actitudes mentales de los hispano-cristianos frente a los mozárabes, cristianos arabizados.
Para resumir todo este proceso de favoritismo hacia un grupo determinado, he de decir que la Catedral compró tierras de las mejores, que ya estaban en explotación, generalmente en lugares donde los regadíos seguían funcionando como en la época musulmana, y al mismo tiempo trató de formar unidades compartas de viñedos, huertas, etc. Pero siempre sobre tierras ocupadas y puestas en valor. Su política por lo tanto, estuvo muy lejos de acompañar el movimiento de “repoblamiento” realizado, como se ha visto, generalmente por el rey sobre tierras vacías desde siempre o abandonadas por los musulmanes.
CONCLUSION
En toda mi lectura realizada sobre el Islam en la península ibérica, que he de decir que ha sido escasa, me he percatado, sin embargo, de la clara disposición por parte de los islamistas en conformar una sociedad multirracial, multidisciplinar y multireligiosa y mucho más claro, aparece la fuerte rigidez de los cristianos frente a cualquier grupo de etnia y religión diferentes.
Sin embargo, esa animadversión hacia los musulmanes no viene desde el pueblo llano, los campesinos son vecinos y convecinos, no se tratan de enemigos. Esa idea de “enemistad” implantada en la península viene radicalizada por unos pocos, algunos foráneos que suben desde el sur y otros que bajan desde el norte en contra-respuesta.
Los campesinos que viven relativamente hermanados con sus vecinos, son los que sufren las rivalidades que – en un principio- no existían hasta que no se les fueron impuestos.
Así, acostumbrados como estaban a la larga convivencia con el mundo islámico, conocedores de sus leyes y de sus mentalidades, los mozárabes introdujeron al rey
cristiano a verter el viejo sistema musulmán de la dimma al nuevo mundo románico. Así como el Islam había respetado a los rumi y a los nasrani de Oriente, a los gibt de Egipto, a los afariq de Túnez- grupos cristianos dentro del mundo musulmán-, los mozárabes intentaron transmitir esas actitudes y normas de convivencia a los nuevos conquistadores. En el levante hispánico los caminos hacia la convivencia habían sido allanados por otras circunstancias. En principio, la formación del reino de los Banu Qasi aragoneses, reyes de estirpe hispánica, pero musulmanes, permitió una simbiosis menos agresiva de las dos comunidades y suavizó la etapa de transición hacia el cristianismo. Musa, el rey de España, y “el rey Lobo”, de quienes ya se habló, fueron los peculiares mediadores de esa transición.
Esta intolerancia no es actitud exclusiva de los hispano-románicos, sino que se corresponde con actitudes similares de los musulmanes; cuando, desde fines del siglo XI, comenzaron las primeras conquistas cristianas sobre el mundo musulmán, surgen en éste las grandes corrientes puristas y fanáticas: de los almorávides primero, y promediando, el siglo XII, de los almohades, respuestas a las conquistas, respuestas a la intolerancia.
La escuela alfonsí del s. XIII significa el afianzamiento de lo hispano-románico, de su lengua, de sus reyes triunfantes sobre Al-Andalus, de la paz, luego del fin victorioso de la Reconquista; pero también representa el deseo de asimilar y de vulgarizar la agonizante cultura hispano-musulmana. Entre una y otra época, almohades e hispano-románicos volverían a enfrentarse, a enfrentar sus fanatismos: la guerra santa y el espíritu de cruzada, el nacionalismo hispánico y el musulmán.
La intolerancia pudo tomar la forma de un occidentalismo a fines del siglo XI o en el XII, o de un nacionalismo en el siglo XIII, pero siempre se movió por debajo la ambición de poder y de riquezas.
BIBLIOGRAFIA:
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WEBGRAFÍA:
http://explorethemed.com/reconquistaes.asp?c=1 : consultada el 20-04-2012.
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