¿Cuáles
son los orígenes de la Historia Atlántica, y en qué momento se
consolida en el campo de la historiografía?
Según
los textos con los que estamos trabajando, los orígenes de la
Historia Atlántica se pueden remontar, bajo ese concepto, desde la
segunda guerra mundial, para afirmar un territorio o enaltecer el
origen de un imperio, una cultura o una raza.
Todos
coinciden en que anterior a este siglo XX, aunque hubo historiadores
que ya hablaban del mundo atlántico, apenas eran una minoría que no
hacía lo suficiente ruido para ser escuchada. Sin embargo, los que
en este siglo hablan del mundo Atlántico, no pueden basar sus
conocimientos, sin citar y estudiar a los anteriores a ellos.
Los
textos antiguos, ricos en información, en estructura y en base
historiográfica, han servido para orientarnos en el pasado de los
imperios que conformaban la alianza atlántica, y configurar lo que
hoy conocemos por la Historia Atlántica.
Según
el texto de Carmen de la Guardia en Historia Atlántica. Un debate
historiográfico en Estados Unidos,decía Bernard Bailyn,
que, "Historia Atlántica es un concepto como un todo coherente implica un
dramático cambio de orientación desde un enfoque nacionalista,
diacrónico y teleológico hacia una perspectiva horizontal,
transnacional, trans imperial y multicultural”. Estos tres
conceptos se dividen en cuanto a definiciones, pero no subsisten el
uno sin el otro, puesto que la razón de ser de uno, depende
directamente de la existencia del otro, por tanto son complementarios
y necesarios.
Según
John Elliot, estudia la creación, destrucción y la recreación de
comunidades como resultado del movimiento de personas, productos,
prácticas culturales y valores a través y alrededor de la cuenca
atlántica.
Según
David Armitage en Tres conceptos de historia atlántica, nos
dice que “el Océano Atlántico fue un invento europeo... porque
ellos fueron los que conectaron por primera vez sus cuatro orillas en
una sola entidad...”
Sea
como fuere, el motivo por el que se le da una importancia sobremanera
a un espacio geográfico determinado, casi siempre es político o
económico. Bajo este prisma, tenemos la reflexión del historiador
italiano Franco Venturi sobre la Ilustración, citado en el artículo
de Carmen de la Guardia, que resaltaban la similitud cultural entre
Europa y las Américas durante el siglo XVIII.
También
alcanzó a pronunciarse la historiadora Caroline Robbins (The
Eighteenth-Century Commonwealt Man; Studies in the Transmission,
Development, and Circumstance of English liberal thought from the
Restoration of Charles II until the War with the Thirteen Colonies.
Cambridge. Harvard University Press), que defendía un flujo
republicano más allá de la Revolución Gloriosa inglesa,
defendiendo así que ya en América existía ese pensamiento
republicano antes que en Inglaterra, y por tanto, los primeros en
conformar la revolución republicana fué el pensamiento americano
frente al británico. Esta manifestación, me resulta cuando menos,
política con un fuerte mensaje que quiere dejar claro la autora de
la afirmación, utilizando la historiografía del momento, para
justificar una acción política y su origen patriótico.
Para
Federica Morelli yAlejandro E. Gómez “los orígenes de la Historia
Atlántica se remontan a mediados del siglo XX, luego de la Segunda
Guerra Mundial, cuando desde un punto geopolítico una alianza
nor-atlántica se hizo necesaria para contrarrestar la amenaza
comunista soviética. Una de las obras más influyentes de aquella
época fue The Age of Democratic Revolution (Princeton,
Princeton University Press, 1959, 1964, 2vols.) de Robert R. Palmer.
En ella aparecía por primera la expresión “Atlantic System””.
En los años cincuenta, Robert Palmer aseguraba que la revolución
Francesa y la Americana, eran sucesos enlazados, que uno pudo ser
porque otro existió justo antes. Posteriormente le quitan la razón
a Palmer, los estudios de los 90's.
Alison
Games es una de las que afirma que la creación de la Historia
Atlántica es obra de los historiadores interesados en analizar las
características de los diferentes imperios. Eso puede suscitarnos la
idea de que fueron motivos más que políticos los que obligan a una
sociedad a justificar sus hechos bajo el manto de la historia,
utilizándola así, como es habitual, como excusa para sus objetivos.
Los
que comienzan a incluir a “esa otra historia atlántica” a ese
espacio hasta ese momento olvidado del concepto, la América latina,
el Caribe, África, y esos territorios periféricos que los
anglosajones parecían haber relegado en segundo lugar, fueron
Bernard Bailyn y Jack P. Green. A partir de ahí, pasaría a llamarse
“Atlantic World”, y se centrarían en los cambios
socio-políticos, fundamentalmente.
El
auge de la Historia Atlántica, quizás, es porque se habían
olvidado que es un espacio tan importante como lo fué el
Mediterráneo. Nadie emuló jamás a Fernand Braudel con su
Mediterráneo, a un igual con el Atlántico. Algunos autores
escribieron sobre el Océano, igual, por la importancia que tuvo el
comercio triangular, por la descendencia de los americanos, por
buscar un origen a su pensamiento, a su política, a su
idiosincracia.
Conclusión.
A modo
de conclusión, he de decir, que la respuesta exacta del por qué de
la existencia en las últimas décadas, de la Historia Atlántica ha
suscitado interés de las potencias mundiales, y el por qué ahora,
después de tantos siglos siendo protagonista de la Historia europea,
sigue sin responderse. Muchas hipótesis apuntan, como dijo Alison
Games, que ha sido un invento de los historiadores al mando de las
acciones políticas, que intentan justificar “algo”, por tanto,
existiría un interés político-económico.
El
Atlántico tiene la misma importancia que tuvo el Mediterráneo en la
época Antigua y Medieval, la historia eurocentrista sólo cambió de
escenario para seguir concurriendo, lo que nos planteamos ahora, es
por qué si el escenario siempre ha estado ahí, sale a relucir en
éstas últimas décadas. Eso llega a conclusiones reales que ha sido
una estrategia política, levantada justo después de la segunda
guerra mundial.
Eso me
hace preguntarme... ¿Acaso vieron en el tercer Reich una opción que
no habían barajado los estados aliados, en cuanto al reclamo de una
sociedad por justificar su “estirpe” de raza? Pensaron quizás
que, había que unificar en esos momentos, los “estados amigos”
en una alianza político-cultural para evitar futuros enfrentamientos
de esa índole? Recordemos que la alianza del atlántico norte
levantó inquietudes al respecto, para reescribir la Historia
Atlántica, desde un prisma norteamericano... Y como hemos podido
leer, justificar América, como continuador de la cultura Europea,
reconociéndolos como “padres” de su historia, de sus patrias.
¿temieron alguna vez que Europa se levantara reclamando orígenes,
contra la América existente? (con lo que significa la América
actual, no tanto la colonial de la época Moderna).
Si la
finalidad del por qué tenemos una Historia Atlántica ahora, es para
recordarnos que América (háblese de todo el continente de norte a
sur), se intentó construir a partir de una Europa, copiando
exactamente lo que en ésta última se fraguaba. Se impusieron en las
tierras nuevas, la política europea, los sistemas de gobierno, de
administración, de mando, las normas morales, religiosas, y con ello
el resto de cultura, abarcando todos sus límites posibles, (música,
dialéctica, literaria, culinaria, etc). Se intentó, aunque no
triunfara de la misma manera que en Europa, pero se asentaron las
bases, al menos, para no administrar un territorio desde cero. Eso
ayudó que, dentro de sus limitaciones, se mantuviesen bajo un orden
establecido, como suponía Pierre Vilar.
A todo
esto se le suma, que dentro de los colonizadores, hubo notables
diferencias, puesto que las estructuras españolas eran muy
diferentes a las francesas, y éstas a las inglesas, y éstas, a su
vez, a las portuguesas, como bien afirmó Jhon Elliot. Pero tampoco
se podría entender, ciertamente, la Historia de América, sin cada
uno de los hemisferios que ella recorre, Norteamérica, centro
américa y sudamérica, no se pueden ver como formas aisladas dentro
del contexto hitoriográfico, como afirmó en su momento Felipe
Fernández Armesto, en su obra The Americas. A Hemispheric History
(2003; trad., Barcelona, 2004).
Por
tanto, sea por justificación, por motivos diversos, por inclusión o
exclusión de territorios a la Historia, (que, por otra parte, no
somos quienes para incluir o excluir un territorio de la historia
geográfica, por tanto, política y social), bien sea por el temor a
nuevos conflictos que hagan temblar los cimientos consolidados de una
paz entre Europa y Norteamérica, después de la segunda guerra
mundial, felicitamos, como historiadores, que el mundo atlántico sea
escuchado, sea conocido, y estudiado e investigado, por el bien
nuestro, por el de nuestro pasado, y por el de nuestro futuro, sea
cual fuere. Aun así, si hacemos eco de la petición y la propuesta
de Carlos Martínez Shaw en Jhon H. Elliott. Imperios del mundo
atlántico. España y Gran Bretaña en América, 1492-1830,
Petralbes, 27 (2007), 317-326, la coción de “sistema atlántico”
tiene que ser revisada, puesto que no se puede aplicar a la Historia
bajo esa denominación, ya que existen puntos contrapuestos en su
exposición.
Preguntas,
se me ocurren varias, repuestas, todas y ninguna concreta, será que
todas tienen su parte de razón, y que lo más cercano a la verdad es
que sea, que todas forman parte de un conjunto, lo cual hace el
concepto de Historia Atlántica y para lo que ha sido diseñado.