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martes, 2 de julio de 2013

Torre Nueva, Zaragoza

Torre Nueva, Zaragoza.

El otro día, leyendo una revista de divulgación, me topé con algo curioso y luego estuve indagando en otros casos similares. La Torre Nueva de Zaragoza fue el caso concreto de la revista, pero pronto me di cuenta que solo fue uno más de tantos regados por las ciudades. Aún así, quise resaltar en este humilde espacio que tengo para mis observaciones, lo importante que es para aquellos que queremos y  respetamos la cultura, en todas sus extensiones, ya sea arquitectónica, pictórica, documental, etc.
Es una lástima, cómo se le van sumando poco a poco, pérdidas irreparables, a esa lista ya excesivamente larga, de documentos desaparecidos.
El artículo está íntegramente tal cual lo encontré, por lo tanto, así lo expongo, me pregunto cuántas personas saben lo que en realidad guardan los muros de los edificios de sus propias calles... a saber...

EL TURRICIDIO: El mayor crimen arqueológico jamás cometido.

(Foto tomada de Google images)

Medía 82 metros de altura. Era casi como un edificio de treinta plantas. Era el techo de la ciudad, y al igual que la de Pisa, era inclinada; con esa belleza que da el defecto, el aparente defecto que da singularidad... Y decíamos que era, porque en 1882 a un alumbrado se le ocurrió que una torre inclinada era un problema, una suerte de torpeza de los constructores del pasado, que a lo que más podían optar era a que sus piedras sirvieran de basamento para nuevas edificaciones, de esas que se hicieron poco después, con aires de modernidad y como debían ser, y que hace décadas y décadas que no existen, pero no fueron derribadas por la acción humana, sino por la acción de no ser más que edificios de esos que pasan sin pena ni gloria.
La Torre Nueva es sólo un recuerdo, del que se tiene constancia gracias a decenas de documentos que hablan de su construcción, y a algunos que hablan de sus propiedades extraordinarias - era mudéjar, levantada en el siglo XVI con el objetivo de convertirse en un símbolo, y de portar el reloj que marcara la hora de todos los zaragozanos- , en un intento por evitar que un día se detereminara que lo mejor era que la grúa se llevara por delante un símbolo, del que sólo existe hoy un recuerdo en la Plaza San Felipe, que es donde se encontraba, en el que se dibujan la base de la torre, con forma de estrella de 16 puntas, junto a la escultura de un muchacho que la contempla completa... Contempla, claro, un edificio que no existe, pero lo hace con la misma fascinación que experimentaban los hombres del siglo pasado.
(Foto tomada de Google images)

El origen de la Torre Nueva data de 1504. Pese a que sus constructores y su aspecto hacen pensar en una obra religiosa, se concibió y usó como un elemento civil. Pocos años después se inclinó, debido a que los basamentos entre la primera y segunda "planta" fraguaron a destiempo, pero en ningún caso la inclinación se interpretó como la existencia de peligro alguno. Al contrario, fue su signo de distinción. Durante la Guerra de la Independencia, con el asedio de los franceses a la ciudad- los conocidos Sitios de Zaragoza- el escenario se controlaba desde lo alto. Poco después, los problemas que nadie vio en trescientos años comenzaron a hacerse hueco entre los peor pensados. Bastaron unas inundaciones para que alguno creyera que  se podía venir abajo. El turricidio -así lo bautizaron los intelectuales que encabezaron las protestas- se ejecutó en 1892. Durante los últimos meses de vida, la torre se abrió a los ciudadanos, que podían subir hasta arriba para poder contemplar las decenas de kilómetros que la vista ofrecía sin escollo alguno. Hasta que alguien dijo basta. La grúa se lo llevó todo. Con permiso oficial, eso sí. Las piedras sirvieron de cantera de nuevos edificios y muchos ladrillos, como luego ocurrió con el muro de Berlín, que reposan aún hoy en estanterías de casas y museos como último homenaje.
(foto tomada de Google images)
Quedaron atrás años de entusiasmo mundial; a la ciudad venían fotógrafos que querían inmortalizar la magna y curiosa obra, gracias a lo cual guardamos muchas imágenes de aquella época. Los viajeros románticos hacían parada fonda en Zaragoza para admirar la prodigiosa torre, que se convirtió en la principal atracción visual de la ciudad. Hoy se puede asegurar que el derribo del edificio fue el mayor atentado jamás cometido en nuestro país contra la Historia y el patrimonio. Nunca antes, y afortunadamente nunca después, desapareció por obra y arte de la piqueta monumento igual.
Los exámenes que se realizaron sobre los restos certificaron lo que se sabía: la torre estaba tan inclinada como sana. No existía riesgo alguno de derrumbe.

(Sacada de la fuente: Revista de Historia de España, Nº 97.)

Otras curiosidades.

Y es que todas estas torres inclinadas se han convertido en un verdadero símbolo en sus ciudades. En la capital maña se conserva inclinada la torre de la iglesia de san Juan de los panetes. Y Gómez recuerda otra emblemática de Aragón: “Es muy significativa la de San Pedro de los Francos de Calatayud, volada sobre la calle”.
En Andalucía destaca la torre de la Asunción de Bujalance, en Córdoba; o el Farillo Calahonda de Granada. Y seguro que la lista puede alargarse mucho más, y eso sin contar con las más famosas: las torres Kio de Madrid, con una espectacular inclinación de 15 grados, esta vez, muy calculada. Y es que los arquitectos se han dado cuenta que las torres inclinadas venden más. Y si no, que se lo digan al del recién estrenado Capital Gate de Abu Dhabi, con una inclinación de 18 grados. Récord absoluto.

( obtenido de: http://eldispensador.blogspot.com.es/2012/02/inclinadas-las-torres-mas-inclinadas.html)